Excéntrica y divertida adaptación del cuento de los hermanos Grimm. Una manzana envenenada de lo más apetecible.
La tiranía de la Reina (Julia Roberts) hace insostenible la vida de sus súbditos. Sólo una hermosa princesa puede cambiar una situación que parece abrir un hueco a la esperanza con la aparición de un valeroso, caballeroso y adinerado príncipe. Versión saludable y tramposamente tosca revisitación del clásico.
«Todo el mundo tiene magia dentro. Muy pocos saben usarla con prudencia». Sirviéndose de tan sólo un puñado de decorados de aspecto exagerado y teatral que salvan los apuros de sus asomos de plastificación general, el director consigue un efecto visual de conjunto magnífico. Además, la adaptación supura un cavernoso sentido del humor que regala abundantes carcajadas destinadas al público adulto, sin menoscabar su espíritu de propuesta para casi toda la familia.
Esta “Blancanieves” es extravagante, excéntrica, inocentemente oscura y grotesca en ocasiones y decididamente bizarra en muchos de sus pasajes, en un global notable aupado por el esfuerzo de un reparto central que realiza un trabajo estupendo. Lily Collins cumple como muñeca dulce de ciertos tintes guerreros, y los encantos y las pócimas de la mejor Julia Roberts en mucho tiempo, autoparódica ─ese radical tratamiento de belleza─ y parcamente sádica dan un toque que te deja con las bragas colgando todo el rato. Y unos increibles 7 enanitos que no tienen que ver con los pastelosos de toda la vida conforman un solo espíritu gracias a la incontestable química que les une en pantalla. Una pintoresca manzana envenenada de lo más apetecible desde luego.
Nota: 7 de 10
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