Partiendo de que no cuenta nada nuevo ni aporta ningún tipo de aire fresco al tan cansino género de los dramas de superación, la quinta película de la pareja de realizadores franceses Olivier Nakache y Eric Toledano se mueve tan condenadamente bien dentro de esas aguas conocidas por todos que termina dando lo mismo. Quizás el apabullante triunfo obtenido en su país de origen, Gabachilandia, donde ya la han visto casi 20 millones de personas convirtiéndola en la tercera película de más éxito en la historia de la taquilla gabacha, sea un poco exagerado, pero a nadie pareció sorprenderle que hace 5 años una película con un papel similar, Mar Adentro, arrasara en las carteleras de nuestro país, con lo que tampoco os debería extrañar que Intocable, del mismo palo que la cinta de Amenábar, pero a la vez tremendamente divertida, sea una de las últimas sensaciones del cine europeo. Y luego está Omar Sy, el negro, claro, que te deja las bragas por los tobillos todas mojadas de pensar en que te empuje el carrito todo el día, una y otra vez, bien a fondo...
Nos presenta a Philippe, un tetrapléjico millonario tras un accidente de parapente que busca un nuevo asistente. A la entrevista acude Driss, un senegalés más preocupado porque le firmen el recibo del paro que por conseguir el empleo, para el que se considera descartado al no tener ninguna formación médica y encima contar con antecedentes penales. Pero Philippe no busca realmente un ayudante, sino que está más interesado en añadir algún aliciente a su vida, y qué mejor que la persona más opuesta posible a él mismo. ¿Tiene lógica meter a un inmigrante irresponsable, maleducado y con una condena por robo a sus espaldas en tu mansión-que-te-cagas donde vives sólo con tu criada para que se convierta en tu principal apoyo? Eso no importa, ya que Intocable cuenta con el infalible y siempre tramposo comodín que otorga el rótulo de "basada en hechos reales". Además, si no, no tendríamos película.
Una vez superado este punto idílico de la premisa, podríamos decir que el resto de la cinta va sobre raíles, por lo menos hasta el último acto. La química entre ambos actores es evidente desde el primer instante en pantalla, y a pesar de que el desarrollo de la trama sobrecarga con demasiado trasfondo al personaje de Driss (familia desestructurada, hermano metido en drogas, etc...), el trabajo de Omar Sy es tan orgánico y natural que da igual la cantidad de tópicos que le eches en la espalda, que el tipo es capaz de resolver cualquier situación con una de esas actitudes vitales enérgicas y contagiosas. Por razones obvias, el que lo tiene más complicado para lucirse es Francois Cluzet, atrapado no solo en una silla, sino en un rol que pese a resultar el 50% del protagonismo del film, no deja de ser un tremendo recurso facilón sobre el que desarrollar esta historia. Desde sus ataques nocturnos de ansiedad hasta esa relación engañosa por correspondencia, todos los clichés dramáticos de la tretraplejia en el cine son esbozados en torno a Philippe con la simpleza del que no quiere asomarse a ver los verdaderos demonios del problema. Con la ligereza que te permite un personaje sin problemas económicos y de alto nivel cultural que simplemente se aburre entre su colección de libros de arte y discos de Vivaldi. ¿Y cómo suplir esa sobredosis de formalismo? Con ligeros esbozos de incorrección política, suficientes para elevar a esta comedia por encima del resto por los pelos...
Algo tímida al comienzo con las perrerías que le hace Driss a Philippe hasta que se adapta a su trabajo. "¡Le ha metido la cuchara en el ojo! ¡Y como es inválido no puede evitarlo!" Y demás gags propios de Rasca y Pica... Un tono que se convierte en un auténtico puntazo cuando vemos a Philippe aprovecharse de su condicion, por ejemplo, para librarse de una multa fingiendo una embolia, o explicando su recién descubierto fetiche sexual con las orejas. Un acercamiento que se agradece y mucho ante los recursos facilones de los que se sirve el relato y que nos descubre el verdadero valor de Intocable, que no es otro que la normalización de dos condiciones sociales condenadas a la ausencia de contacto con otras personas, uno por su dolencia, y el otro por su estatus de ciudadano de segunda, que encuentran donde menos se lo esperan ese aliciente que les impulsa a seguir hacia delante.
Sí, suena algo ñoño, pero es que la última moda (en color) francesa ,es una de esas peliculas que muestran el tipo de mundo en el que a todos nos gustaria vivir. Un lugar en el que a la hora de la verdad, las apariencias no son un obstáculo y en el que todas las personas, incluso tras pasar mil y una penurias, siempre terminan consiguiendo la ración de amor que les corresponde.
Con este panorama y por mucho que la cinta tenga momentos realmente divertidos, Intocable no deja de ser una de esas películas que nos suenan a viejo.
Nota: 6 sobre 10